El teatro es un juego. Y cuando más te lo crees mejor te lo pasas. Y pasarlo bien es contagioso. Y no hay alegría más sabrosa que la compartida. Entonces te enamoras del grupo, amas íntimamente tu grano de arena y pruebas multiplicado el placer de crear. Esto me ha pasado. Y quería decirlo. La cosa ha sido, más o menos así: Pep, sobre la marcha, marcaba unos objetivos; actores, músicos y el resto del equipo improvisábamos toda una gama de variantes y posibilidades, yo lo anotaba todo y versificaba; Escalante, un compañero más en el juego, iba dando, una tras otra, sus claves, la época histórica aportaba sus datos … El mecanismo funcionaba, o al menos era gratificante ver encajar las piezas, limarse unas, apuntalarse otras, y cuajar la pasta qué las unía. El resultado está a punto de descubrirse. Valencia, 1895. A propósito del natalicio de D. Eduardo Escalante, el autor más representado de la época, un grupo de comediantes de «varietés» le invita a asistir a su espectáculo y, como regalo de cumpleaños, le ofrece la representación a su modo del sainete Bufar en caldo gelat, un título casi emblemático del conjunto de su obra; pero rellenando las escenas y los personajes con tipos y expresiones que, o bien pertenecen a otras obras del autor, o son cosecha propia del grupo. Con humildad y un cuidadoso respecto a su obra, hemos llamado a la puerta del Escalante, para jugar con él. Y os puedo asegurar que no ha puesto ninguna pega a la invitación. Y seré feliz, si al final, esa sensación, limpia y dulce, de complicidad en el juego, llega a su último destinatario, a ti, el público, y te regala, envuelto con una partitura, el pequeño capullo de una emoción.

UNA PRODUCCIÓN DE