Siempre mentimos. A veces para preservar la calma de aquellos que nos quieren y casi siempre por miedo de manifestar nuestras más íntimas pasiones, pero siempre mentimos. Engañemos el amor a quien hemos jurado fidelidad eterna, y sobre todo nos engañemos a nosotros mismos, continuamente, dolorosamente, en negarnos nuestro deseo. Vivimos instalados confortablemente en esta Mentira, y nos podemos quedar para siempre, sin transgredir ninguna norma, con todo el pudor que la sociedad reclama. Hay sólo un fragmento de verdad en Nosotros, muy adentro, tan escondido que incluso nos es desconocido. Pero nuestro deseo es paciente, incontenible, como la carcoma en la madera, y un día tal vez se abre una mínima rendija, un rayo de luz, que todas nuestras mentiras son incapaces de tapar.
UNA COPRODUCCIÓN
